Uno de los mayores focos de tensión en cualquier transacción inmobiliaria está en los trámites. Mi función como mediador es eliminar ese estrés. Me ocupo de que ambas partes comprendan, acepten y confíen en cada paso legal, desde la oferta hasta la firma.

Trabajo con un equipo experto en arquitectura, fiscalidad, derecho urbanístico y notariado para asegurar que todo esté bien hecho, sin letra pequeña y sin desequilibrios que generen desconfianza. Aquí no hay sorpresas: hay transparencia y profesionalidad.

Facilito cada trámite de forma equitativa, garantizando que tanto comprador como vendedor se sientan acompañados y protegidos. Traducción de documentos, coordinación de firmas, gestión de certificados, impuestos y licencias: todo fluye porque todo está planificado.

Lo legal no tiene por qué ser un obstáculo. Bien gestionado, es una herramienta para generar seguridad y cerrar acuerdos en paz. Y esa, precisamente, es mi especialidad.